Santander es tierra de escarpadas montañas, paisajes agrestes y gente rebelde. Con la braveza de sus tierras, se forjaron hace más de dos siglos los movimientos libertarios que dieron origen a la Independencia de Colombia. La historia de este departamento está marcada por el ímpetu de sus campesinos y la valentía de las mujeres que lideraron las luchas contra las injusticias, la opresión de los gobiernos y las desigualdades. Sin embargo, este espíritu de valentía parece haberse extinto, pues son cada vez más incipientes nuestros esfuerzos como ciudadanos por transformar las duras realidades políticas y sociales del departamento.
En los últimos años, en Santander y en otras regiones de Colombia, hemos sido testigos de desigualdades sociales en aumento. Parte de estas problemáticas tienen que ver con la crisis migratoria de Venezuela; otras con las brechas entre el campo y las ciudades que se siguen amplificando, en especial por el abandono estatal al sector rural que es tan evidente en el departamento. La falta de acceso a servicios básicos, la escasa conectividad, las deficientes vías de acceso y la ausencia de una educación de calidad son solo algunos de los problemas que enfrentan las y los campesinos a diario. El desarrollo rural en Santander hace parte de una serie de “promesas incumplidas”; de años de proyectos que fracasan a causa de la corrupción y de la deficiente planificación territorial. Ejemplos hay muchos, por mencionar solo algunos, la vía a Málaga, el acueducto de Los Santos, o el relleno sanitario de El Cucharo en San Gil.
Estas desigualdades explican por qué nuestros campos están cada vez más vacíos. Los jóvenes migran hacia las ciudades y la economía campesina se estanca ante la falta de mercados, vías y agua. Pareciera que los ciudadanos urbanos a veces no nos percatáramos de las implicaciones que tienen para nosotros que nuestros campos se queden sin personas y sin producción de alimentos.
Más allá de lo político…
A veces nos olvidamos de que, pese a este panorama desafiante, también hay una posibilidad de construcción de un futuro posible en Santander, y en el resto de Colombia. Para ello, debemos alejarnos del romanticismo de las promesas políticas y enfocarnos en la inclusión como pilar fundamental de nuestro desarrollo. Porque si bien es cierto que Santander vive una crisis política derivada de la corrupción, el clientelismo y la influencia de los clanes políticos, esto no significa que no haya posibilidades de cambio. Parte del cambio pasa por nosotros mismos. Por ejemplo, por transformar nuestros discursos de exclusión; nuestra mirada del campesino como no merecedor; nuestra mirada del migrante como no merecedor. Miradas que desconocen los aportes que estas personas hacen al departamento.
Por eso consideramos que es tan importante empezar por dar voz a quienes la han perdido; por propiciar la valoración del campo a través de nuestras palabras; por naturalizar al migrante. Y consideramos que para lograrlo, la educación, el arte y la cultura, son herramientas esenciales. Jhon Alexis Diaz Contreras, director del Programa de Economía de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, resalta con acierto que “La educación es realmente uno de los únicos motores de movilidad social y de desarrollo. En los entornos educativos podemos crear los escenarios perfectos para disminuir sesgos discriminatorios, al poner a interactuar a los diferentes en torno a un objetivo común”.
Oscar Vesga, artista, activista cultural de la Fundación Ojo de Agua y docente en Barichara, agrega una perspectiva crucial, y es que para que la educación sea el pilar de las transformaciones y del desarrollo, “hay que contextualizarla al territorio. Hay cosas que funcionan en Finlandia o en Estados Unidos, pero que no le hablan al territorio en el que se está aplicando”. Una idea que parece tan cierta y tan sencilla, pero que no se aplica. Tanto en Santander, como en el resto de Colombia, parecemos no entender que la educación en el campo debe ser diferencial y responder a sus particularidades, y también, que hoy en día, la educación debe un componente de integrarnos con “el diferente”.
No podemos olvidar tampoco que las transformaciones no se logran solo con ideas, sino con la práctica, y que muchas veces esto solo es posible si lo hacemos en colectivo. Santander no puede olvidar su pasado de lucha colectiva y de cooperativismo; pero, ¿cómo retomar estos sistemas de organización comunitaria?
En diferentes zonas del departamento existen casos cómo las cooperativas de crédito para mujeres y jóvenes en las provincias de Vélez y Guanentá Estas organizaciones resisten a las prácticas de nuestra sociedad cada vez más individualizada, y también a un sistema legal que las limita. Al respecto, Elluz Tatiana Pinilla, gestora social de la asociación de organizaciones campesinas El Común, señala cómo “los movimientos cooperativos que nacen desde las bases, terminan siendo opacados por toda esa reglamentación que el país monta, que lo que hizo fue sofocar a las cooperativas… las que han sobrevivido han sido realmente unas guerreras”.
En esta idea de asociarnos, de pensar en colectivo, hay muchas claves; no solo para construir cooperativas, sino también para pensarnos los lazos que hay que tejer entre diferentes territorios, y entre diferentes actores, incluyendo a la academia y a la empresa. ¿Cómo diseñar soluciones que hablen desde el conocimiento de las comunidades sobre su territorio, y que luego la academia fortalezca a través de la investigación y la empresa a través de la inversión? Johana Reyes, del Instituto de Estudios Políticos de la UNAB, nos recuerda la importancia de capitalizar nuestras potencialidades “Hay que entender y mejorar la visión del territorio y partir desde la vocación de cada una de las provincias de Santander”.
El llamado a los santandereanos es claro y urgente: es tiempo de recuperar ese espíritu valiente y de liderazgo que nos distingue. Construyamos juntos, incluyamos juntos. Como una primera reflexión, nutrida por el poder de las imágenes y los simbolismos, Oscar Vesga, ha cread este mini cortometraje, en el que todos, podemos ser otro. Conócelo aquí.
Este artículo hace parte de una serie de 32 columnas que exploran la desigualdad en los 32 departamentos de Colombia. Los escritos son el resultado de un proceso de diálogo entre académicos, artistas y activistas de cada rincón de nuestro país. Para conocer más sobre las publicaciones semanales del proyecto Diálogos Territoriales sobre Desigualdad y sobre nuestro centro de investigación comunitaria, síguenos en IG @reimaginemos.colombia o X @reimaginemos.
Coautores: Johana Reyes, Investigadora Instituto de Estudios Políticos, UNAB; Tatiana Pinilla, Comunicadora y gestora social, organización de organizaciones campesinas El Común; Jhon Díaz, Director de la Facultad de Economía, UNAB; Oscar Vesga, artista, activista cultural de la Fundación Ojo de Agua y docente en Barichara.
Editora: @Allison_Benson_. Investigadora y Directora de Reimaginemos
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