Al dialogar sobre las desigualdades en Colombia, particularmente en Boyacá, identificamos una gran diversidad en el campo, revisamos cómo se agrega valor a la producción campesina y discutimos sobre nociones diferenciadas del desarrollo. La vinculación con la economía global exige la participación de los y las campesinos/as en la definición del proyecto de desarrollo, a fin de considerar las diferencias ecológicas, productivas y socioculturales que atraviesan el departamento.
Piedad Guzmán, nos preguntó “¿cómo se compone la economía campesina?” Ella reconoce las unidades “muy pequeñas”. Estadísticamente se distingue a las propiedades con menos de 50 vacas, sin embargo, no es lo mismo tener entre 2 y 8 vacas, que tener 50. Asimismo, hay cientos de mujeres que no tienen tierras, que trabajan en el sector agropecuario y pesquero. Estos han sido los proyectos de vida de hombres y mujeres hoy mayores, pero ¿cuáles son las expectativas de los y las jóvenes? Esta generación defiende su derecho al arraigo con buenas condiciones de vida y de trabajo. Como le dijo un joven a Ma. Eduarda Roa, “no quiero vivir la vida de mi papá”, a pesar del arduo trabajo del campo, su padre vivió numerosas carencias.
En Boyacá se han implementado múltiples proyectos para superar la pobreza. Así, el desarrollo aparece como una idea y un conjunto de decisiones fragmentadas y discontinuas. Intervenciones que se aplican a diversas escalas, se superponen a lo largo del tiempo y se relacionan de distintas maneras con el conflicto armado en el país. Por ejemplo, entre los años 50 y 70 se buscó llevar la revolución industrial al campo y convertir las actividades campesinas en modernas empresas agropecuarias. En los 90, la senda del desarrollo se dejó en manos del libre mercado con la apertura económica y la retracción del apoyo estatal. Ante las asimetrías de la competencia internacional, a principios del siglo XX, los organismos internacionales reconocieron las singularidades de la economía campesina y la cultura como recursos para el desarrollo económico y social. En esta nueva visión selecciona grupos de productores para promover la reconversión económica hacia actividades estratégicas.
En Paipa y Sotaquirá observamos cómo se buscó el desarrollo por medio de modelos educativos como el Instituto de Técnico Agropecuario, la ganadería y el mejoramiento genético, el cultivo de frutales, la construcción de la termoeléctrica y la extracción de carbón en la región, la construcción de vivienda en altura y de vivienda social, el turismo, entre otros. Recientemente, de la mano del financiamiento internacional y el acompañamiento del Estado, emergen iniciativas para valorizar productos con una impronta campesina. No obstante, estas ideas e intervenciones pierden de vista las tensiones que se generan entre los programas, normas, empresas o personas y su forma de hacer las cosas.
Entonces, Santiago Lemus preguntó “¿es el desarrollo y la idea de progreso lo mismo para todos?”. Boyacá es un departamento diverso en términos regionales, productivos, sociales y culturales. José Luis Cruz, economista y profesor de la UPTC, agregó: “Hay zonas de Boyacá en las que hubo muchas violencias, y se volvieron territorios de expulsión. Pero hay otras provincias que son concentradoras, receptoras de población”. Incluso en las zonas receptoras, pequeñas unidades productivas y empresas medianas tienen distintas posibilidades para vincularse o adaptarse a las nuevas ideas del desarrollo. Por ejemplo, la Denominación de Origen del Queso Paipa entra en tensión con la forma en que campesinos/as y micro-empresarios/as tradicionalmente han comprendido el queso y utilizado sus conocimientos para manejar su materialidad. Este proceso profundiza las tensiones y la competencia entre quienes logran alcanzar los nuevos estándares y quienes no. De acuerdo con Natalia Berti “esta promesa apela a la asociatividad y la innovación para generar divisas, empleo y arraigo al campo”. Sin embargo, las ideas de asociatividad pasan por alto las diferencias en capital, tecnología y conocimiento a lo largo de la cadena productiva. Desestimar estas particularidades, reproduce o incrementa esas desigualdades.
Al pensar en las soluciones, José Luis subraya que hay que “ruralizar la política educativa del país”, es decir, “facilitar el acceso, democratizar la calidad de la educación y profundizar el vínculo de las universidades con el contexto agroproductivo”. Piedad y Eduarda destacan la importancia de asegurar la formación de los jóvenes y de las mujeres en ciencia y tecnología. Natalia, advierte que “la reducción de desigualdades exige enormes inversiones para reconocer los históricos aportes de los pequeñísimos productores de las zonas altas y las veredas alejadas a las economías locales y los consumidores urbanos”. Mariana Carvajal agrega “las ideas de desarrollo deben reconocer las economías campesinas, particularmente, el detalle de los ritmos de producción y de la cotidianidad, los lazos de confianza, los vínculos con los animales y el conocimiento práctico y sensorial de trabajar con la materialidad de los productos del campo”.
La superación de la desigualdad requiere reconectarnos con el territorio, con sus tradiciones y sus riquezas; y hacerlo juntando saberes. Así nos lo recuerda el artista boyacense Santiago Lemus, al recordar que “debemos explorar los aportes del arte como trenzador de disciplinas y saberes, como un puente de conocimientos y lenguajes”. A propósito de esta reflexión, y como ejemplo del poder del arte para reimaginar, Santiago ha creado el cortometraje un espacio entre las manos. En este nos relata el proceso de elaboración y maduración del Queso Paipa, en un paralelo con las formas como se crean el territorio y las oportunidades entre las montañas boyacenses, para recodarnos que no todo el que mira hacia adelante, ve lo mismo. Conócelo aquí.
Este artículo hace parte de una serie de 32 columnas que exploran la desigualdad en los 32 departamentos de Colombia. Los escritos son el resultado de un proceso de diálogo entre académicos, artistas y activistas de cada rincón de nuestro país. Para conocer más sobre las publicaciones semanales del proyecto Diálogos Territoriales sobre Desigualdad y sobre nuestro centro de investigación comunitaria, síguenos en IG @reimaginemos.colombia o X @reimaginemos.
Coautores: Natalia Berti, Socióloga, investigadora y docente de la Universidad del Rosario; Jose Luis Cruz, Economista experto en ruralidad, investigador de la UPTC; Santiago Lemus, Artista boyacense interesado en la relación del hombre y la naturaleza; Mariana Carvajal, antropóloga conocedora de cadenas productivas lácteas. Piedad Guzman, Lideresa social y cofundadora Trenzadas Somos Más. Con la participación de Maria Eduarda Roa, Directora ANUC Boyacá.
Editora: @Allison_Benson_. Investigadora y Directora de Reimaginemos
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