Desigualdades ambientales
Cuestionar las políticas de conservación ambiental en momentos donde el mundo parece acabarse, continúa una reflexión que además de contraintiutiva posa de antimoralista. Sin embargo, esta ha sido la cuestión que nos ha reunido por meses a quienes escribimos esta columna, para reflexionar sobre las desigualdades que generan las políticas de conservación de la naturaleza frente a otras formas de ver y habitar el mundo, donde el significado de naturaleza no necesariamente existe, o no como una forma que es exterior al ser humano.
En esta columna les contaremos la experiencia de una de sus escritoras, la lideresa Wayúu Gloria Iguarán, y el desplazamiento del que ha sido víctima la comunidad de la que es parte que es la comunidad de Palaima, después de la declaratoria de su territorio como el Santuario de Flora y Fauna “Los Flamencos”. El ideal de naturaleza prístina que a veces tenemos quiénes dependemos exclusivamente del dinero para sobrevivir, genera una presión sobre los territorios de quienes dependen de otras formas de supervivencia (y que curiosamente han sostenido los lugares que habitan de una forma que consideramos como sostenible), que se manifiesta en las delimitaciones para la conservación de bosques y cuerpos de agua. Creemos que es posible generar modelos de conservación que no lleven al desplazamiento de las personas que habitan los territorios que van a delimitarse para esta finalidad, comenzando por la transformación sobre la forma de vida que parece necesitar esta naturaleza prístina para sobrevivir: la de quienes dependemos del dinero.
¿Conservacionismo y desplazamiento?
Gloría Iguarán, lideresa de la comunidad de Palaima en La Guajira, vio como el lugar en el que siempre vivió fue nombrado en 1992 como el Santuario de Flora y Fauna “Los Flamencos”. El pescado que comían todos los días que salía de las ciénagas Manzanillo, Laguna Grande, Navio Quebrado y Tocoromanes, y de los ríos Camarones y Tapias sería ahora parte de un ecosistema protegido que nadie podría pescar. Las rondas de los pescadores y las reglas sobre los tiempos de veda que todos conocían ahora serían reemplazadas por trabajos en los pueblos cercanos y normas sobre áreas protegidas que provendrían de oficinas en Bogotá. El cambio en la definición de su territorio fue un cambio sobre su vida.
El episodio más traumático fue cuando Gloria despertó siendo reconocida como invasora del lugar que conocía desde niña. Los funcionarios de Parques Nacionales Naturales que visitaron su territorio le dijeron que las enramadas y casas de bahereque de su pueblo, iban en contra de la sostenibilidad ambiental que necesitaba el santuario. “Luego nos quisieron desalojar de nuestro territorio porque estábamos invadiendo las playas y desde la Alcaldía de Riohacha nos mandaron un decreto donde decía que teníamos que desalojar. Nos dieron una semana para desalojar y si no, nos venía a sacar el ESMAD”. Después de haber visto lo imposible Gloria se reunió con su comunidad y decidieron retomar su territorio. Así, lograron un acuerdo temporal con la alcaldía que frenó el desalojo y los proyectos de concesión ecoturística que estaban pensados para el santuario. Bajo el proyecto de conservación se encontraba entonces la posibilidad de que otras personas accedieran a la nueva área conservada pagando dinero. Se trataba del desplazamiento de una forma de vida por otra.
Si bien el acuerdo temporal aún mantiene a la comunidad de Palaima dentro del territorio delimitado como “Los Flamencos”, la sosobra por un posible desplazamiento continúa. Las sedes de Parques Nacionales que cuentan con agua y electricidad dentro de sus territorios les han sido negadas, y las caminatas por agua o por cargar un celular son cada vez más extensas. Gloria también encuentra que dentro de los procesos jurídicos que ella ha liderado, uno de los mayores bloqueos es la falta de reconocimiento del Ministerio del Interior de la comunidad de Palaima como comunidad parte del pueblo wayúu.
Este tipo de casos donde la protección ambiental debe coexistir con las tradiciones y derechos de las comunidades indígenas, no es exclusivo de Palaima. De acuerdo con estudios de Naciones Unidas, casi la mitad de los bosques del Amazonas, se encuentran en territorios indígenas. Esto evidencia la urgencia de explorar modelos de preservación del medio ambiente que integren procesos participativos de las comunidades que habitan en ellas.
Cuidar el medio ambiente sin generar desigualdades
Es posible cuidar el medio ambiente de una manera más participativa, que reconozca empodere a las comunidades locales y que genere oportunidades en vez de exclusiones y vulneraciones a los derechos. Si reconocemos los saberes y prácticas ancestrales, podemos aprender mucho. Esto implica pensar más allá de los paradigmas científicos, para entender que existen otras formas de entender y relacionarse con la naturaleza, formas que ponen en el centro la vida. Es crucial empezar a poner ambos tipos de saberes en diálogo, para diseñar soluciones menos desiguales para proteger el medio ambiente.
Este tipo de visiones son también una oportunidad para reducir otras desigualdades sociales y económicas que suelen enfrentar las comunidades que habitan estos territorios. Como un simple ejemplo, existen oportunidades para aprovechar el ecoturismo de una manera que no necesariamente sea financiada por personas externas, para el disfrute de personas externas.
Debemos dar más relevancia a las estrategias de co-conservación y pedagogía, al igual que a estrategias que generen inclusión social y productiva en diálogo con la conservación. Parques Nacionales Naturales ha logrado avanzar en estas estrategias y reconocemos que no es la entidad responsable de un modelo de conservación que es dirigido con indíces de protección y presiones globales sobre las áreas protegidas. Queda sin embargo, un camino por recorrer para reimaginar caminos de equidad ambiental. Como un aporte a esta reflexión, la antropóloga visual Laura Otálora ha elaborado este corto documental, donde se visibiliza la problemática que enfrenta la comunidad de Palaima y las posibles soluciones. Conócelas acá.
Este escrito hace parte de una serie de 30 columnas reflexionando sobre 30 diferentes formas de desigualdad en Colombia que publicamos semanalmente los lunes. Las columnas fueron escritas a partir de un proceso de diálogo entre 150 jóvenes académicos, artistas, activistas, víctimas y demás personas de diferentes perfiles y saberes. Este proyecto se llama Re-imaginemos, y es una carta abierta invitándonos a hablar, cuestionar y reimaginar las desigualdades.
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Coautores: Gloría Iguarán, lideresa wayuu en la comunidad de Palaima, La Guajira; Cristina Hernández, abogada, antropóloga y candidata a PhD en Derecho, de Bogotá; Emilio Luna, abogado especializado en Derecho Ambiental, de Bogotá; Jonathan Luna, antropólogo, ecólogo y líder de defensa territorial del Huila, Putumayo, Cuaca y La Guajira; Laura Otálora, antropóloga visual y realizadora de documentales; y Julia Tovar, ilustradora .
Editora: @Allison_Benson_
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