Arauca, en las cercanías de la Sierra Nevada del Cocuy, se rodea por sabanas inundables, tierras productivas y gente pujante. Un departamento que es hogar del joropo, los paisajes llaneros, y el mejor cacao del mundo. Sin embargo, al pensar en Arauca, muchos Colombianos no pensamos en su riqueza, sino que vemos el departamento desde el prisma de la estigma y las narrativas que le ha dejado el conflicto armado y el aislamiento a este departamento.
La violencia ha golpeado a Arauca de manera particularmente fuerte. Esto se relaciona con hechos como la deficiente y excluyente presencia que ha tenido el Estado Colombiano en este territorio “lejano y de frontera”. Una mirada distante y despreocupada que ha permitido que en el departamento se organicen y permanezcan grupos armados que se disputan la soberanía y el control social. La presencia del Estado ha sido deficiente, porque es claro que no ha podido ejercer su soberanía, no tiene el monopolio de la fuerza, y no hace cumplir los derechos fundamentales de sus habitantes. Por su parte, la presencia del Estado ha sido excluyente, porque se ha enfocado en ejercer una presencia principalmente militar: aportando un pie de fuerza destinado a proteger renglones estratégicos de la economía local, como la exploración petrolera, pero sin suficientes esfuerzos para garantizar la paz en el campo, o la construcción de colegios, vías, u hospitales para todos los araucanos.
El resultado ha sido más de 50 años de las luchas violentas, no solo contra el Estado, sino también entre facciones de grupos armados. Se enfrentaban ayer el ELN y las FARC, se enfrentan hoy las disidencias de las FARC del EMC y el ELN. Se enfrentan por el control de un territorio clave en lo económico y en lo político, no solo por sus recursos naturales y mineros, sino también, por su posición de frontera con Venezuela.
¿Qué queda además de la violencia que sume y silencia a los Araucanos y que parece ser indiferente para el resto de Colombia? La desigualdad. Unas brechas enormes en la oportunidad de vivir dignamente y en paz. Unas diferencias extremas e injustas entre la vida posible de un colombiano al que le tocó nacer, por el azar, en Arauca o en otra zona de nuestro país. Si vives en Arauca, tu labor social, artística o política, tu defensa de la vida, el territorio y la paz, se transforman en labores riesgosas e ingratas, pues en este departamento existen pocas garantías de seguridad para ejercer el derecho a la protesta, a la organización, y al cambio. Así lo concluye JhonatanTorres, líder artístico y social de la fundación grupo ProActo, quien recuerda cómo, con el Acuerdo de Paz del 2016 el Estado llegó y “nos dejaron las responsabilidades, nos dijeron que, desde nuestras diversidades como campesinos o jóvenes, tenemos que construir la paz, pero esto ha sido muy complejo, porque la paz no se construye sola”.
“Arauca, tierra de paz”
Estas cuatro palabras son una consigna de líderes sociales, campesinos y defensores de derechos humanos en el departamento. Voces que, pese a las violencias y desigualdades, se pronuncian desde las artes, la cultura, el turismo y la vida, porque coinciden en que Arauca no solo es violencia, sino también, un territorio con una resiliencia ejemplarizante y con enormes potencialidades. Por esto mismo consideramos tan importante visibilizar las posibilidades de cambio. Acá unas primeras ideas:
Seguridad para la Participación Ciudadana y la Gobernanza Colectiva
La participación ciudadana y la gobernanza colectiva son fundamentales para construir paz. La pregunta es ¿Cómo pueden estas florecer en medio de la violencia? Una primera necesidad es que el Estado asuma sin deficiencia ni exclusiones, su rol como garante de la seguridad de las personas, sobre todo de quienes hagan parte de organizaciones sociales y espacios de participación. Es decir, es clave que el Estado, antes de promover la gobernanza local, se enfoque en crear un entorno seguro en el que los líderes comunitarios, las organizaciones sociales y las empresas puedan operar sin temor a represalias o violencias. Sin tejido social y tejido empresarial, no podemos hablar de gobernanza local.
Pensar desde el territorio
Garantizar la seguridad es solo el primer paso. El siguiente es hacer. Y para hacer, se debe pensar en soluciones que no vengan impuestas desde Bogotá, pues la gobernanza efectiva requiere de una descentralización real, que empodere a los actores locales. La descentralización no se refiere solo a que lleguen recursos a zonas “lejanas” como Arauca, sino también, a que los araucanos tengan voz y voto en cómo se deben usar estos recursos. Bogotá jamás conocerá las realidades que sí conoce una asociación comunitaria o un alcalde de una pequeña vereda.
Cambiar la narrativa sobre Arauca
Creemos que ni la seguridad ni la escucha al territorio se darán, si no cambiamos la idea que tenemos en Colombia sobre lo que es Arauca, y lo que es posible que Arauca sea. ¿Cómo dejar de ver y nombrar a Arauca desde el prisma del conflicto armado y del aislamiento? Una de las formas más efectivas de contrarrestar esta imagen es visibilizar las múltiples realidades de Arauca. Iniciativas en turismo, arte y cultura pueden jugar un papel clave en este sentido. Los medios de comunicación también tienen un rol crucial en ofrecer una visión más amplia de la región, mostrando no solo los relatos de violencia que día a día sacuden a Arauca, sino también su riqueza cultural, natural y humana.
Como un primer ejercicio para ver la otra cara de Arauca, la de sus líderes, sus niños, sus parques y sus esperanzas, el artista JhonatanTorres nos comparte el video de su actuación en calle para “la estabilización para las igualdades”. Conócelo aquí.
Este escrito hace parte de una serie de 32 columnas que exploran la desigualdad en los 32 departamentos de Colombia. Las columnas son el resultado de un proceso de diálogo entre académicos, artistas y activistas de cada rincón de nuestro país. Para conocer más sobre las publicaciones semanales del proyecto Diálogos Territoriales sobre Desigualdad y sobre nuestro centro de investigación comunitaria, síguenos en IG @reimaginemos.colombia o Twitter @reimaginemos.
Coautores: Jhonathan Ballesteros Docente e Investigador Observatorio de Frontera Universidad Nacional Orinoquía; Miguel Suárez, Director del área de Construcción de Paz, Fundación Ideas para la Paz (FIP); JhonatanTorres, líder artístico y social, fundación grupo ProActo.
Editora: @Allison_Benson_. Investigadora y Directora de Reimaginemos
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