Las elecciones presidenciales que tenemos esta semana son una oportunidad para reflexionar sobre la política colombiana; más allá de las votaciones, sobre las posibilidades reales de la ciudadanía de incidir en las decisiones públicas. Estas elecciones son también una oportunidad para recordar que el sistema político colombiano sigue siendo desigual, y que las desigualdades políticas terminan siendo, a su vez, causa y consecuencia de las muchas otras desigualdades socio-económicas que existen en el país. El acceso a la política -entendida cómo la herramienta para que los ciudadanos intervengan en los asuntos públicos- es una problemática estructural y que ha marcado los capítulos más significativos de nuestra historia, pasando por la ‘República Conservadora’, la ‘República Liberal’, La Violencia, el Frente Nacional y posteriormente, el enfrentamiento entre guerrillas y paramilitares. Pese a avances importantes, las desigualdades políticas siguen existiendo. Las movilizaciones multitudinarias del año pasado (y las que puedan surgir en adelante) son evidencia de la deuda histórica que tenemos en lograr que la política represente a las poblaciones y territorios más excluidos y marginados de la centralidad nacional.
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