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Desigualdades y Paz



Colombia es un país en conflicto y altamente desigual. Ambas facetas han sido constantes y le han dado forma a nuestro imaginario y realidad nacional. Las dinámicas del conflicto armado persisten a lo largo y ancho de nuestra geografía, a pesar de los diferentes esfuerzos que se han implementados durante las últimas décadas por transitar hacia la paz, incluyendo el plebiscito que se realizó hace 5 años, y por supuesto, el Acuerdo Final para la Paz. Pese a que hemos intentado llegar a una situación de post conflicto, sólo hemos logrado llegar, por mucho, a la fase de post acuerdo. Las violencias continúan, y continúan también las desigualdades entre segmentos poblacionales y entre regiones, en dimensiones tan vitales como ingresos, educación, salud y género. La ausencia de paz y la ausencia de equidad siguen demarcando buena parte del día a día de millones de colombianos. Por eso, desde Re-imaginemos, un proyecto que reflexiona sobre 30 formas de desigualdad en Colombia, estamos discutiendo sobre desigualdades y paz. El proyecto se basa en un diálogo entre más de 150 jóvenes académicos, activistas, artistas, entre otros diversos perfiles. Esta columna es el resultado del diálogo de saberes[1]# 3 de Re-imaginemos, en el cual participamos: Lindantonella Solano, líder y mediadora de paz de La Guajira; Deyanira Peña, defensora de derechos humanos del Cauca; Juliana Galindo Villarreal, abogada y facilitadora de paz del Valle del Cauca; Manuel Llano, diseñador y activista del Valle del Cauca; y Manuela Lara, artista plástica del Valle del Cauca. Aquí compartimos las principales reflexiones que surgieron de este diálogo. Desigualdades y paz: Un vínculo de doble vía Aproximarse al tema de paz y desigualdades implica múltiples retos y complejidades. La primera de ellas es que, más que hablar de paz, debemos hablar de ausencia de paz. Además, es crucial reconocer que no hay un significado o aproximación única pues, más allá de lo conceptual, nos enfrentamos a un campo de emociones y percepciones marcadas por experiencias de vida. A ello se suma la responsabilidad de adentrarnos a los matices y complejidades de un Estado pluriétnico y multicultural como lo es Colombia, por lo que es importante mantener una perspectiva crítica evitando discursos simplistas o de estandarización alrededor del tema”. Sobre esta base, en nuestro diálogo surgió un primer punto de encuentro: concebimos las desigualdades en términos de limitaciones de servicios y derechos fundamentales, limitaciones que están relacionadas con discriminaciones históricas de ciertas comunidades. En efecto, los territorios y las comunidades más afectadas por las desigualdades han sido también las más afectadas por la ausencia de paz. Como lo plantea Deyanira “mientras no se solucionen los problemas de nuestras comunidades en materia de salud, educación y comida, no vamos a tener paz”; pero a la vez “la guerra no nos deja salir de las cosas básicas”. Es decir, existe un vínculo de doble vía entre la ausencia de paz y la ausencia de equidad: las desigualdades son un factor generador del conflicto armado interno, y al mismo tiempo, el conflicto armado interno agudiza y reproduce las desigualdades. Aunque esta relación de doble vía es evidente para las comunidades que viven la ausencia de paz y la ausencia de equidad, para otras personas suele ser una reflexión nueva. Incluso en el mundo académico este tipo de conexiones solo se empiezan a discutir a partir de los años noventa. Por ejemplo, surge el campo de estudios conocido como Estudios de Paz, a través del cual se plantean visiones de la paz entendida más allá de la ausencia de violencia directa (lo que se conoce como “paz negativa”), transitando hacia una perspectiva más integral de la paz, conocida como “paz positiva” , la cual incluye también la ausencia de violencia estructural (reducciones del nivel de bienestar y satisfacción de necesidades básicas) y la ausencia de violencia cultural (símbolos culturales o instituciones que legitiman y justifican la violencia)[2]. Así, la visión de paz positiva pone en el centro de la discusión la existencia de estructuras sociales y económicas injustas, desiguales y excluyentes que explican la ausencia de paz; y que, por tanto, es necesario transformar para construir paz. Una comprensión integral del conflicto y de sus causas estructurales/estructurantes es fundamental para re-imaginar soluciones que desmantelen definitiva y sostenidamente la perversa relación entre desigualdades y paz. El Acuerdo de Paz da un primer paso en esta dirección, al reconocer que el conflicto está histórica y estructuralmente relacionado con la desigualdad (sobre todo en el campo)[3] y, al establecer medidas para crear condiciones de bienestar en los territorios más afectados. Otro paso en esta dirección es el despertar de la movilización social que se suma a la resistencia y resiliencia de los pueblos y comunidades violentados en busca de la reivindicación de sus derechos. ¿La paz y la equidad como proyecto común? Re-imaginar desde la creatividad y la colectividad Construir colectivamente caminos de equidad y de paz requiere plantearnos preguntas como ¿cómo podemos posicionar en la opinión y la agenda pública los temas de desigualdades y de paz? Y ¿cómo construimos un proceso en el que todos y cada uno de los colombianos podamos desempeñar un rol? Ante tamaña cuestión, Lindantonella, quien combina labor comunitaria con acción poética, y Manuela, quien como artista ha trabajado con lideresas sociales a lo largo del país, nos extienden la invitación de “echar mano de la palabra y del arte como ejercicios de comunicación y de acción, de construcción de paz”. En la práctica, estos procesos se dan, aunque no siempre sean reconocidos y valorados como lo merecen. Por ejemplo, muchos esfuerzos territoriales por la paz y el desarrollo autónomo vienen, precisamente, de la oralidad y de las artes ancestrales del tejido, la danza y la minga. Es allí, en esos espacios de nuestro país pluriétnico y multicultural, en donde creamos ambientes que permiten re-imaginar caminos de paz y equidad. La cotidianidad que florece desde lo local, desde el arte y desde la cultura, puede abrirnos el camino hacia procesos conciliatorios. Ya hace unos años, el académico Jean Paul Lederach proponía, precisamente, la posibilidad de superar la violencia desde la generación y movilización de la “imaginación moral”. Ello se traduce, entre otras cosas, en rescatar la relación entre el arte y la reconciliación, la cual alcanza su más alto nivel en las expresiones más sencillas, honestas y locales -muchas veces, lejos de complejos procesos intelectuales, técnicos y políticos-. Para este autor la esencia de la respuesta está en no perder de vista al otro, a aquel que es diferente de nosotros. Su apuesta exige que imaginemos a aquel que es diferente, impulsándonos a pensar en una red de relaciones diversas que incluyen a aquel que consideramos nuestro enemigo[4]. En esa misma línea, el famoso sociólogo y matemático John Galtung propone la transformación de los conflictos a través de habilidades como la mediación, el diálogo, la empatía, la tolerancia y la creatividad[5]. Estas posibilidades requieren tanto de escenarios institucionales, como de escenarios cotidianos. El arte y la palabra tienen la ventaja de estar implícitos en los más pequeños actos y expresiones del día a día: en la charla con los vecinos, en el dibujo al margen de una hoja que regalamos a alguien, en cada sentada a hacer tareas con nuestras hijas. Tal vez en nuestro afán por avanzar hacia la paz con ambiciosos modelos institucionales estemos perdiendo de vista lo más básico y lo imprescindible: crear relaciones que partan de la cercanía, de la empatía, de las realidades territoriales. Tal vez, no resulte tan descabellado que re-imaginemos desde acciones pequeñas, desde la creatividad y desde la colectividad para “tejer con la palabra esos diferentes colores que somos, somos mestizos, indígenas, negros, blancos… Necesitamos unirnos bajo la palabra, bajo el respeto, salvaguardando nuestra tierra, salvaguardando la paz”, como lo señala Lindantonella. Las invitamos a continuar esta reflexión oyendo este audio manifiesto donde tejemos la palabra. Las invitamos a que nos acompañen en esta iniciativa con carta abierta para que, desde su entorno, desde la singularidad de sus vidas y sus quehaceres diarios, re-imaginemos caminos de paz y de equidad en Colombia. Y tú, ¿qué Re-imaginas? Cuéntanos en reimaginemos.co, en IG @reimaginemos.colombia o Twitter @reimaginemos. Coautores: Lindantonela Solano; Deyanira Peña; Juliana Galindo; Manuel Llano y Manuela Lara. Editoras: @Allison_Benson_; Lina Sánchez. [1] Hemos adaptado la práctica de diálogo de saberes, común entre comunidades indígenas y afrodescendientes, como una herramienta metodológica que permite “reflexividad sobre procesos, acciones, historias y territorialidades que condicionan, potenciando u obstaculizando, el quehacer de personas, grupos o entidades”. Alfredo Ghiso (2000). Potenciando la diversidad: Diálogo de saberes, una práctica hermenéutica colectiva. Colombia Utopía Siglo. 21. 43-54. [2] Johan Galtung (2016). La violencia: cultural, estructural y directa. Cuadernos de estrategia Nº. 183 “Política y violencia: comprensión teórica y desarrollo en la acción colectiva”, págs. 147-168. [3] Francisco De Roux (2018). La audacia de la paz imperfecta. Bogotá D.C: Ariel. [4] Jean Paul Lederach (2008) p. 64-65 [5] John Galtung (2003). Transformaciones del conflicto. En J. Galtung. Paz por medios pacíficos. Paz y conflicto, desarrollo y civilización. Bilbao: Bakeaz / Centro de Investigación por la paz.



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