Hablemos de hacer empresa en Colombia. La realidad es que no todos los buenos negocios tienen las mismas posibilidades de crecer. El acceso a la financiación, los clientes, las redes de apoyo y la tecnología, pueden ser radicalmente diferentes para dos negocios que en esencia son similares, pero que se ven afectados por aspectos “externos” como en qué departamento se ubica el emprendimiento, o si el emprendedor tiene ingresos altos o bajos. Cuando las diferencias en el desempeño de las empresas no tienen que ver con el producto que se ofrece, con el modelo de negocio o con la habilidad propia del emprendedor, sino con el acceso a las oportunidades que tienen diferentes personas y territorios, estamos hablando de desigualdad.
Por eso, desde Re-imaginemos, un proyecto reflexiona sobre 30 diferentes formas de desigualdad en Colombia, estamos discutiendo sobre desigualdades y emprendimiento. El proyecto se basa en un diálogo entre más de 150 jóvenes académicos, activistas, artistas, entre otros diversos perfiles. Esta columna es el resultado del diálogo de saberes[1]# 26 de Re-imaginemos, en el cual participaron: Stephanie Cortés, emprendedora y artista caleña; Natalia Gómez, empresaria del Huila que está creando un emprendimiento agropecuario; Nataly Montes, artista, gestora cultural y docente vallecaucana; María del Pilar Sandoval, funcionaria pública con experiencia como emprendedora en startups; y, Andrés Trejos, candidato a PhD en economía, que investiga sobre desarrollo productivo en Colombia. Aquí compartimos las principales reflexiones de este diálogo.
Dos mundos en el emprendimiento
¿Quién puede ser empresario en Colombia? Para responder a esta pregunta es clave reconocer que existen dos mundos dentro del emprendimiento. Por un lado, está el emprendimiento que surge de una oportunidad de negocio; y por el otro, está el emprendimiento de subsistencia, que nace de la necesidad de vender algo para ganarse la vida, y que suele llamarse autoempleo. La mayoría de los emprendimientos en Colombia son autoempleos: negocios de una sola persona o un equipo muy pequeño, que producen pocos ingresos, no generan empleo, no innovan, no logran competir en los mercados internacionales.
El tipo de emprendedor que está asociado con el emprendimiento de oportunidad versus el autoempleo es muy diferente. Mientras que el 90% de los emprendedores por oportunidad tienen educación universitaria o técnica, el 50% de los emprendedores por subsistencia, sólo alcanzaron el bachillerato.[2] En el sector agropecuario la situación es más preocupante, pues el 56% de los productores solo tienen educación primaria y el 20% no cuenta con ningún grado de escolaridad.[3] La relevancia de mencionar estas cifras radica en que la educación con la que cuenta cada tipo de emprendedor incide directamente en sus en posibilidades de crear y sostener un buen negocio. No solo eso, sino que, como lo señala Maria del Pilar ‘’la educación enseña a liderarse a sí mismo para poder liderar a los demás, también da acceso a redes de apoyo y contactos que terminan siendo decisivos en el éxito de una empresa”.
Es importante tener en cuenta también que la transición de un emprendimiento a una empresa es un proceso complejo y desigual en nuestro país. El acceso a la financiación, los impuestos, los abogados, los contadores, la vinculación formal de los empleados, etc. son costos que muchos emprendedores simplemente no logran cubrir. Como lo dice Nataly “arrancar se puede … pero luego empiezan a materializarse desigualdades que son tan evidentes… y ya sostenerse, avanzar, que tu negocio sea rentable, es mucho más difícil”. En efecto, el 94.5% de los negocios en Colombia son microempresas, es decir negocios pequeños que tienen menos de 9 empleados. Estas cifras afectan al país como un todo, pues cuando las empresas no crecen, no se genera suficiente empleo ni suficientes ingresos. Precisamente, las cifras muestran que mientras que las microempresas en Colombia generan solo el 15.2% del empleo en el país, en el promedio de los países de la OECD, estas generan el 30.5%.[4] Otra cifra alarmante que evidencia no solo las dificultades para crecer un negocio, sino simplemente, para mantenerlo operando, es que se estima que cuatro de cada cinco Mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas) quiebra en los primeros cuatro años de su operación[5].
En emprendimiento, querer no siempre es poder
Una de las ideas más comunes que tenemos sobre el éxito del emprendimiento es que este depende del individuo. Creemos que se requiere que la persona no solo tenga una buena idea de negocio, sino que esté dispuesta a asumir riesgos, que tenga el empuje, la disciplina y el carácter para salir adelante. Estas habilidades suelen llamarse “habilidades blandas” y en efecto, un emprendedor las necesita, pero estas no son suficientes. Por ejemplo, tener una excelente idea de negocio no es suficiente si no existen vías para sacar tu producto al mercado. Tener disciplina y empuje no es suficiente si ningún banco te presta dinero para montar tu negocio. Estar dispuesto a tomar riesgos no es suficiente si vas a entrar a competir en un mercado acaparado por empresas que logran hacer lobby para recibir protecciones arancelarias o exenciones tributarias por parte del Estado. Es decir, el contexto importa. Existen muchos factores que están por fuera del control del emprendedor y que irremediablemente van a determinar si su idea de negocio podrá convertirse en una empresa rentable.
Como ejemplo ilustrativo, pensemos en dos personas con exactamente las mismas habilidades, el mismo empuje, la misma disciplina, incluso, con el mismo nivel educativo. Supongamos que ambas tienen una excelente idea de negocio, pero que una está en Bogotá y la otra en el Vichada. De acuerdo con el índice del Consejo Privado de Competitividad que compara 13 factores que afectan el ambiente de los negocios en cada uno de los departamentos del país, Bogotá puntúa mejor que el Vichada en todas las dimensiones, con una diferencia de entre 5 y 90 veces en el puntaje. Esto necesariamente implica que el emprendedor en el Vichada va a tener que enfrentar muchas más barreras para sacar adelante su negocio, barreras que están fuera de su control. Como lo dice Andrés, en últimas “logra producir con rentabilidad quien puede sobreponerse a todas las barreras del entorno, casi siempre por suerte (dónde naces)”.
Precisamente, la reciente Política Nacional de Emprendimiento del Gobierno Nacional identifica dentro de las principales barreras para hacer empresa, múltiples factores del contexto, incluyendo el limitado acceso a mecanismos de financiamiento, la debilidad de las redes de comercialización, el bajo desarrollo tecnológico y la debilidad institucional para el apoyo al emprendimiento.
Además de estas barreras, es importante mencionar aquellas que resultan de las “capacidades” que tienen algunos empresarios y sectores a la hora de influir en la fijación de impuestos y de aranceles. En la jerga académica esto se llama economía política. Esta palabra nos debe importar porque por décadas, la apuesta de la política productiva en Colombia se ha basado precisamente en “escoger sectores ganadores”, para apoyarlos a través de estímulos, exenciones tributarias, aranceles y otras medidas de protección. Lamentablemente, en la mayoría de los casos, la elección de estos sectores se ha visto más influenciada por presiones e intereses particulares, que por seguir unos criterios técnicos claros. Un ejemplo de ello son las exenciones tributarias planteadas por el actual gobierno, en el cual se definen unas megainversiones (inversiones superiores a 1 billón de pesos) para beneficiarlas con una exención de renta del 27% durante 20 años, con el único requisito de generar 250 empleos. Sin embargo, no existe evidencia de que usar los recursos públicos para beneficiar a una única empresa grande que realiza una megainversión, genere mayores beneficios sociales que usar esos mismos recursos para favorecer a muchas empresas más pequeñas.
¿Qué hacer?
Para empezar, debemos trabajar para poner a nuestros emprendedores en una situación donde quienes tengan un negocio innovador, con productos y servicios competitivos, potencial para ser rentables, y sean social y ambientalmente responsables, puedan tener posibilidades de crecer independientemente del territorio en el que estén, del nivel de ingresos del emprendedor, e incluso, de su género o etnia. Conscientes de que podemos sonar idealistas, mencionamos algunas soluciones que podrían considerarse:
· Cambiar el chip de la regulación tributaria y arancelaria. Debemos pasar de “regular para elegir ganadores”, a regular para generar contextos donde todos los buenos emprendedores tengan oportunidades.
· Llevar bienes y servicios públicos (carreteras, educación, energía, asistencia técnica) a todo el territorio. Para ello es clave meterle la ficha a iniciativas como como los PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial) que surgieron del Acuerdo de Paz para transformar las zonas más pobres, más apartadas y más afectadas por el conflicto en Colombia. Sin unos mínimos en bienes y servicios públicos, ningún emprendimiento podrá prosperar en estos territorios.
· Defender, a capa y espada, la libre competencia. Por ejemplo, hay que fortalecer la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) en sus procesos de investigación y sanción a las empresas que abusan del poder de mercado.
· Garantizar el acceso a la tecnología. Como lo menciona Natalia, la tecnología “democratiza y permite acelerar el cambio empresarial”. Ampliar el acceso a formación en línea y comercialización a través de páginas web, abre oportunidades para más empresas, como lo ha demostrado la pandemia.
· Mejorar el acceso a las decenas de programas de apoyo a emprendedores que ya existen, pero que muchos desconocen. Como señala Stephany, para los emprendedores “es vital conocer estas herramientas. Son tantos canales y tan variados, que es difícil entenderlos y aplicar”.
Finalmente, hay cosas que todos, como consumidores podemos hacer. Debemos empezar por reconocer que nuestro consumo tiene consecuencias sobre los demás. Por eso, podemos aportar consumiendo más conscientemente, comprando al emprendedor pequeño, local y a empresas social y ambientalmente responsables. No se trata de romantizar las soluciones individuales, pero sí de generar actos que, desde nuestra propia cotidianidad, puedan aportar a construir caminos de equidad. Buscando crear una reflexión individual sobre las barreras, angustias y anhelos de los emprendedores colombianos, planteamos este video performance. Míralo en este link.
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Coautores: María del Pilar Sandoval, Andrés Trejos, Natalia Gómez, Stephanie Cortés, Nataly Montes.
Editora: @Allison_Benson_
[1] Hemos adaptado la práctica de diálogo de saberes, común entre comunidades indígenas y afrodescendientes, como una herramienta metodológica que permite “reflexividad sobre procesos, acciones, historias y territorialidades que condicionan, potenciando u obstaculizando, el quehacer de personas, grupos o entidades”. Alfredo Ghiso (2000). Potenciando la diversidad: Diálogo de saberes, una práctica hermenéutica colectiva. Colombia Utopía Siglo. 21. 43-54.
[2] Documento Conpes 4011. Política Nacional de Emprendimiento. Página 24.
[3] Ibídem. Página 25.
[4] Ibídem. Página 19.
[5] De acuerdo a la Presidencia de la Asociación Colombiana de pequeñas y medianas empresas (ACOPI), tomado de https://colombiafintech.co/lineaDeTiempo/articulo/el-62-de-las-pymes-colombianas-no-tiene-acceso-a-financiamiento#:~:text=De%20acuerdo%20con%20Rosmery%20Quintero,solo%2020%25%20sobrevive%20al%20tercero
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