Desde su creación en los tiempos del Frente Nacional, Risaralda ha sido escenario de profundas transformaciones económicas y sociales. Las narrativas califican este departamento como remanso de paz y progreso. Sin embargo, Risaralda ha sido un territorio impactado por altibajos económicos asociados al café, el oro y la cocaína; y también, por ciclos de violencia y desplazamiento. Hoy Risaralda resiste y renace, ha mejorado drásticamente sus índices de pobreza y desigualdad, y le apuesta a crear mejores oportunidades educativas que se conviertan en oportunidades laborales y de ingresos. Aunque falta mucho, es un comienzo.
Los altibajos económicos y sociales de la historia de Risaralda se manifiestan en referencias como el “Capitán venganza” (Medardo Trejos), héroe y villano del occidente del departamento que en los años cincuenta formó grupos para enfrentar al gobierno y se convirtió en un referente del llamado “bandolerismo social”. Durante los 80 y 90, surgen nuevos ciclos de violencia con la presencia del narcotráfico y la violencia que desplazaron a miles de personas campesinas, negras e indígenas a ciudades como Pereira. La violencia y la falta de oportunidades llevaron a muchos Risaraldenses a migrar al exterior. Así, las remesas se convirtieron en otro pilar volátil de la economía del departamento.
En Risaralda, los altibajos conviven con apuestas más permanentes que ha hecho el departamento y que ya empiezan a dar sus frutos. Un ejemplo es la apuesta por la educación. Risaralda ha trabajado en expandir la cobertura y abrir oportunidades educativas para personas de todas las condiciones socioeconómicas. Se destacan los logros de la Universidad Tecnológica de Pereira, donde hoy se reporta que el 95% de los estudiantes provienen de estratos socioeconómicos bajos. Muchos vienen de municipios de economía campesina y de barrios pereiranos que surgieron del desplazamiento y del conflicto armado.
La apuesta por la educación se relaciona con avances sociales que se destacan. Los índices de pobreza y desigualdad en Risaralda han caído. El departamento es uno de los mejores rankeados en indicadores educativos, y, logró reducir el desempleo y la informalidad laboral.
Pero estos avances no están exentos de desafíos. El departamento se enfrenta hoy a la paradoja de su propio progreso: cada vez más personas acceden a educación superior, pero la generación de oportunidades laborales no aumenta al mismo ritmo. El resultado es una educación que no garantiza la movilidad social ni mejores ingresos. De hecho, las cifras que calcula Silvia Otero, investigadora de la Universidad del Rosario, evidencian que los salarios promedios de las personas con educación superior en Pereira cayeron de manera significativa entre el 2002 y el 2019.
Vemos entonces cómo a pesar del esfuerzo académico, económico y emocional que implica terminar una carrera, muchos jóvenes se enfrentan a salarios bajos y a pocas oportunidades de empleo, concentradas en algunos casos en call centers y sectores que no aprovechan sus habilidades y formación. Como plantea Jacobo Vélez, estudiante y líder juvenil de la Universidad Tecnológica de Pereira “esta realidad es particularmente frustrante, considerando el enorme esfuerzo que individuos, familias y comunidades hacen para mantener a los estudiantes en las aulas (…) hay cupos, hay universidad pública. Pero el acceso no es suficiente. Nada ganamos si acá en la región no hay empleo y no hay empleo que pague”. Alberto Berón, profesor de la Universidad Tecnológica de Pereira, resalta que esta realidad es un riesgo para el departamento y para el país, pues crea una “gran desconfianza frente a lo que puede ofrecer la educación, y entonces la gente opta por otras opciones (…) allí donde llega la mafia, el microtráfico, a ofrecerles a estos jóvenes un horizonte de progreso mínimo”.
¿Qué soluciones hay?
Risaralda se enfrenta al desafío de materializar la promesa de movilidad social a través de la educación. Para lograrlo, es crucial ofrecer a los jóvenes recursos que hagan la educación menos costosa, tanto para ellos, como para sus familias. También es esencial fortalecer el aparato productivo local para crear empleos de calidad que estén a la altura de las capacidades adquiridas por los jóvenes. Por ejemplo, promover la innovación y el espíritu empresarial en sectores tradicionales que siguen siendo clave para la economía local, como la agricultura y la producción de café. Risaralda, con su biodiversidad y riqueza natural, tiene también un gran potencial para el turismo ecológico como una apuesta que impulse la economía y, al mismo tiempo, preserve el patrimonio natural y cultural del departamento.
Para construir equidad y oportunidades es crucial también materializar la participación comunitaria en la planificación del desarrollo. Es decir, involucrar a las comunidades locales en la definición e implementación de las oportunidades productivas, para asegurar que estas sean más inclusivas y coherentes con el contexto local.
Se requieren a su vez soluciones que aprovechen las potencialidades de los jóvenes en lo social y cultural y que den cabida a nuevas maneras existir y re-existir. Un ejemplo es la batucada “Piquiñas del Chango”, liderada por Jorge Bueno, un activista cultural proveniente del resguardo indígena de San Lorenzo, que se entrega con pasión a su barrio El Remanso en la comuna pereirana de Villa Santana. Asentamientos de este barrio, como Tokio y Las Brisas acogen desde los años 80 a una población que, a pesar de las desigualdades, violencias y estigmatización, ha creado, gracias a líderes como Jorge, fuertes procesos de integración social y cultural. Un ejemplo es el festival de música “tokiomanía”, que valiéndose de la música y la danza, recuperan identidades ancestrales, populares, étnicos y juveniles. Estos son proyectos que responden a los orígenes diversos de individuos, familias, y comunidades marcadas por desplazamientos y violencias, pero también por el sueño e impulso de construir nuevas realidades.
En últimas, la clave para el futuro de Risaralda y, en muchos sentidos, de Colombia, radica en una estrategia que no solo se centre en la educación, sino que también integre la innovación, el emprendimiento, el turismo sostenible, las expresiones artísticas y la participación comunitaria en los procesos de desarrollo.
La promesa de la movilidad social a través de la educación se puede cumplir, pero solo acudiendo a un enfoque integral que reconozca y aproveche todas las facetas de nuestra rica herencia y potencial. Solo así, la educación podrá acercarnos a esa idea colectiva tierra prometida. Así lo ilustra esta potente obra, creada por Jorge Bueno y Laura Victoria Carmona a partir de este diálogo.
Este artículo hace parte de una serie de 32 columnas que exploran la desigualdad en los 32 departamentos de Colombia. Los escritos son el resultado de un proceso de diálogo entre académicos, artistas y activistas de cada rincón de nuestro país. Para conocer más sobre las publicaciones semanales del proyecto Diálogos Territoriales sobre Desigualdad y sobre nuestro centro de investigación comunitaria, síguenos en IG @reimaginemos.colombia o X @reimaginemos.
Coautores: Silvia Otero; Profesora Universidad del Rosario, Jacobo Vélez; líder estudiantil Universidad Tecnológica de Pereira; Alberto Berón; Profesor Universidad Tecnológica de Pereira; Jorge Bueno, Gestor social y cultural, las Piquiñas del Chango.
Editora: @Allison_Benson_. Investigadora y Directora de Reimaginemos
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