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Norte de Santander: Territorio Fronterizo que Transita entre la Desigualdad y la Esperanza

Norte de Santander es una región de contrastes. Una región fronteriza y pendular, donde abunda la violencia, la informalidad y la xenofobia; pero también, un territorio de resistencia y de organización social, de personas que saben que los países no terminan en las fronteras, sino que comienzan en ellas, y que, por eso, construyen desde ahí acciones que dignifiquen la vida y hagan posible volver a soñar.

El Norte de Santander se caracteriza por tener una amplia y extensa frontera con Venezuela. Hace unas décadas, esto significaba oportunidades de comercio. Hoy, en muchos sentidos, la frontera significa precariedad e instabilidad. Buscar estabilidad en el Norte de Santander es todo un reto. Al no tener un sector industrial o empresarial establecido (como sí lo tiene, por ejemplo, Santander), las oportunidades de empleo, educación y de acceso a financiamiento son bajas, tanto para sus habitantes, como para los migrantes que llegan al departamento. 

Precisamente lugares como Cúcuta y Villa del Rosario atraen a muchos migrantes dada su cercanía a Venezuela. Sin embargo, son territorios que no logran ofrecer oportunidades a estos migrantes más allá del empleo informal, temporal y mal pago. Esto resulta en una precaria calidad de vida, desigualdades y brechas que se van ampliando con el tiempo.

Las desigualdades no vienen solo de las limitadas oportunidades económicas, sino también, de la “resistencia social” a la migración, expresada en el crecimiento de la xenofobia en un departamento donde históricamente había fuertes lazos de hermandad con Venezuela. Los colombianos pareciéramos haber olvidado estos lazos, y también, pareciéramos carecer de empatía ante la situación que viven las y los migrantes venezolanos que llegan a nuestro país.  A los migrantes venezolanos no los solemos ver como víctimas, pero lo son. Son desplazados, no por los fusiles del conflicto armado, pero sí por la violencia política, la persecución, el hambre, la falta de médicos y de oportunidades. ¿Qué pasa cuando llegas a un sitio, donde los otros no te validan y no te reconocen como un ser humano igual? Al fin nuestra identidad es un relato, que además debe ser validado por otros. Por eso, la discriminación e indiferencia son una de las formas más crueles de desigualdad.

Y estas desigualdades son aún más preocupante en el caso de las mujeres migrantes.  Como lo recalca Patricia Salguero, gestora social y directora de la Fundación Nueva Ilusión “la vulnerabilidad, la falta de empleo, todas las necesidades, son mayores para las mujeres migrantes. Son violentadas, son maltratadas. Es como si creyéramos que esas vidas, de esas mujeres, tuvieran menos valor que otras vidas”. Esto lo vemos con dinámicas preocupantes como la explotación sexual y el desborde de la trata de personas en el departamento.

Salir de la crisis en Norte de Santander

Una primera necesidad para reducir estas desigualdades es que las soluciones se construyan dialogando con el territorio y sus comunidades. Como lo señala Cesar Arias, trabajador social y docente de la Universidad Autónoma del Norte, “las decisiones sobre esta frontera se han tomado desde el Palacio de Miraflores, la Casa de Nariño y hasta Washington, muchas veces desconociendo las realidades e implicaciones reales de las decisiones que se toman”. 

Cesar complementa planteando que otra clave para pensar las soluciones es dejar de pensar solo en lo inmediato, “debemos dejar de ver los problemas de Norte de Santander como emergencias, y volver a pensar en lo estructural”. ¿Cómo crear un proyecto de vida y de departamento más estable? ¿Cómo pasar del rebusque y de la pendularidad (el ir y venir entre Colombia y Venezuela), para pasar a construir oportunidades económicas más estables? 

Parte de la respuesta está en aprovechar las oportunidades que trae la migración. Como lo señala Jairo Santander, Investigador en instituciones y desarrollo del CIDER Uniandes, “en el tema económico hay una oportunidad para aprovechar las redes y conocimientos que traen los migrantes venezolanos, y que podrían ser un insumo valioso para el comercio entre Colombia y Venezuela”. El migrante conoce mejor el mercado venezolano que el nacional, entonces puede ser un muy buen socio o empleado para abrir estas oportunidades comerciales con Venezuela. La Cámara de Comercio Colombo venezolana podría aportar a esta labor. 

Y ¿Cómo se puede reconstruir no solo la economía sino también el tejido social? Quizás algunas respuestas estén en el arte. Como lo señala Andrea Quiñonez, artista de la Fundación Moiras, “en el Norte de Santander el arte ha sido muy importante para construir narrativas comunes y reescribir las narrativas de exclusión y de xenofobia. El arte nos permite tramitar el duelo migratorio, pero también, construir una cultura común que tenemos los dos países… y que no se puede romper porque se rompieron las relaciones políticas”. 


A propósito de esta reflexión, y como ejemplo del poder del arte para retejer, Andrea nos comparte este video de su obra Memorias Textiles Desde La Frontera: Narrativas De Mujeres Migrantes. bordado por mujeres migrantes en la frontera, nos muestra historias de duelo y de resistencia que nos recuerdan que la vida es compleja, es profunda y es cambiante.  Conócelo aquí

Este artículo hace parte de una serie de 32 columnas que exploran la desigualdad en los 32 departamentos de Colombia. Los escritos son el resultado de un proceso de diálogo entre académicos, artistas y activistas de cada rincón de nuestro país. Para conocer más sobre las publicaciones semanales del proyecto Diálogos Territoriales sobre Desigualdad y sobre nuestro centro de investigación comunitaria, síguenos en IG @reimaginemos.colombia o X @reimaginemos.

Coautores: Cesar Arias, trabajador social y docente de la Universidad Autónoma del Norte; Andrea Quiñonez, Artista de narrativas textiles, Fundación Moiras; Patricia Salguero, gestora social y directora de la Fundación Nueva Ilusión; Jairo Santander, Investigador en instituciones y desarrollo, CIDER Uniandes. 

Editora: @Allison_Benson_. Investigadora y Directora de Reimaginemos

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