Empleo y Desigualdad
A propósito del día del trabajo, vale la pena recordar que los dramas del desempleo y la informalidad laboral han adquirido un carácter casi universal; la mayoría de las familias colombianas hemos tenido que vivir en carne propia sus consecuencias. Además de cifras crecientes de desempleo, mostrando que hay más gente ofreciendo su trabajo que empresas contratándolo, la informalidad evidencia las precarias condiciones laborales que enfrenta el trabajador colombiano. Así, el mundo laboral termina replicando y profundizando muchas de las desigualdades estructurales que vivimos en el país, en lugar de ser una alternativa para contrarrestarlas.
Crisis laboral en Colombia
Colombia es un país extremadamente desigual y una de las formas en las cuáles más se expresa dicha desigualdad, es el mercado laboral. Como lo plantea el investigador Carlos Viáfara, encontramos a la vez “una minoría de personas con salarios muy altos, propios de gerentes del primer mundo, que nunca han estado desempleadas, que empezaron a trabajar después de terminar una maestría o doctorado, con una mayoría de personas que empiezan a trabajar desde los 12 años y permanecen con bajos niveles de educación, la mayoría de las veces, ganando salarios menores al salario mínimo”.
Las desigualdades en el mercado laboral afectan desproporcionadamente a ciertos grupos poblacionales. Por ejemplo, las brechas de género son universales y profundas: en todos los países del mundo, las mujeres enfrentan mayores tasas desempleo, ganan menos en las mismas ocupaciones y trabajan más horas que los hombres, entre otros, por la carga desigual en actividades de cuidado. Estas desigualdades de género se interrelacionan con desigualdades étnico-raciales: en Colombia, las mujeres afrodescendientes e indígenas son, de lejos, las que enfrentan las mayores desigualdades: tasas de desempleo del 17%, comparado con 13% en la mujer y 9% en el hombre sin autorreconocimiento étnico-racial[1]. También existen desigualdades laborales que afectan desproporcionalmente a grupos como la población LGBTI, que enfrenta limitaciones para acceder a diferentes nichos laborales, quedando en muchos casos relegados a trabajar en actividades de trabajo sexual. Ni hablar de las desigualdades en las oportunidades laborales que enfrentan las personas con discapacidades.
A estas barreras se suman problemas generales como la precarización laboral, la constante subcontratación, el uso indiscriminado de contratos de prestación de servicios en funciones laborales, la flexibilización de normas laborales en donde el riesgo recae sobre los propios trabajadores, o el uso indebido de prácticas como empresas espejo o el recurrir a ley de quiebras para realizar despidos masivos. Todos estos son síntomas de un modelo de trabajo inadecuado, que pareciera más caracterizado por la explotación que por hacer del trabajo un instrumento de creación de riqueza, desarrollo conjunto y de reducción de las desigualdades.
Además, nos encontramos con un mercado laboral que toma decisiones con desconexión frente a la realidad y con información escasa. Existen inmensas críticas a las metodologías con las cual se calcula el desempleo, la información sobre el comportamiento del mercado laboral para grupos poblaciones particulares como las minorías étnicas, son insuficientes, y no existe una base de datos que incluya a toda la fuerza laboral colombiana, y que, por tanto, facilite la búsqueda de empleados y oportunidades laborales.
Otra problemática que genera desigualdades laborales es la brecha entre las habilidades de los trabajadores promedio y las que requieren los mejores puestos de trabajo. Pese a que cerca de la mitad de la fuerza laboral en Colombia solo llega a tener un nivel de educación media, no es raro encontrar ofertas laborales que exijan títulos profesionales, posgrados, años de experiencia específica, bilingüismo y acreditaciones particulares; además, exigidas para cargos que pagan un salario reducido. Como lo plantea Estaban González, experto en recursos humanos, “estos parámetros terminan generando una inmensa exclusión de cerca de la mitad de la población que intenta acceder a estos requisitos astronómicos; así la gente queda obligada a permanecer en la informalidad”.
Re-imaginar las soluciones
Pese a que el panorama resulta sombrío y las condiciones son precarias para la mayoría, los cambios son necesarios, y posibles. Para empezar, debemos cambiar la concepción que existe sobre el trabajo; re-imaginar un trabajo que no se rija por prácticas injustas, informales y de subordinación, sino por una lógica de desarrollo personal y colectiva. Precisamente, cuando la fuerza de trabajo disfruta de una educación de calidad y se establecen las condiciones adecuadas, se puede mejorar la productividad de la economía, lo cual se traduce en mejores condiciones de vida para las personas, y en un crecimiento económico más incluyente. Como concluye María Fernanda Arévalo, profesora y funcionaria del gobierno local de Nariño, “resulta conveniente hacer una reflexión colectiva y evaluar si contar con un empleo o emprendimiento formal significa construir una vida digna, que es en últimas lo que buscamos con el trabajo. Debemos asumir una postura como colectividad, que requiere una reflexión. La alternativa para llegar en concreto al trabajo como herramienta de desarrollo, escape de pobreza y fuente de riqueza requiere que todos colectivamente participemos de este proceso”.
Las soluciones no solo requieren re-imaginar el trabajo e involucrarnos colectivamente, también requieren buscar soluciones desde instituciones de diferente naturaleza. Una política integral para reducir las desigualdades laborales requiere grandes inversiones en educación de calidad y con pertinencia (es decir, que se forme a las personas en las habilidades y sectores que demanda la economía). Como lo señala Esteban “así como la India ha apostado por convertirse en un centro mundial de desarrolladores de software, haciendo una inmensa inversión en sus instituciones de educación superior, en empresas y la creación de una masa crítica, Colombia puede aprovechar muchas de sus ventajas geográficas, de biodiversidad, riqueza de recursos naturales y ambientales, para afrontar soluciones a las necesidades más imperiosas que hay hoy en día relacionadas con el cambio climático, la seguridad alimentaria y demás temáticas necesarias en el mundo de hoy.”
No se puede desconocer que el ámbito político y de participación juega un papel central en la reducción de las desigualdades laborales, sobre todo cuando décadas de experiencia global nos demuestran que el mercado por sí mismo no las puede reducir. Ana Cristian Bermúdez, lideresa sindical valle caucana, nos señala algunas de las medidas que se pueden aplicar, y que, además, contribuirían a reducir las desigualdades laborales que enfrentan las mujeres:
· Proteger del trabajador ante despidos masivos
· Eliminar exenciones tributarias que no generan trabajo y sí reducen los ingresos del Estado necesarios para invertir en educación y generación de empleo
· Fortalecer la actividad y dirigencia sindical
· Feminizar la actividad y el liderazgo sindical, sobre todo para dar voz a las mujeres afro.
· Reformar el código sustantivo del trabajo para eliminar la precarización y flexibilización laboral
Asimismo, aunque pueda generar controversia, es necesario evaluar la aplicación de políticas de nivelación de terreno con las minorías étnicas. Como lo señala Carlos, buscando “mejorar el capital humano de los grupos vulnerables para que estos puedan participar mejor en el ámbito laboral; son políticas de acción afirmativa que buscan generar esas condiciones de inclusión laboral de ciertos grupos mientras se alcanza la igualdad efectiva”.
Finalmente, en el ejercicio de re-imaginar las desigualdades laborales, debemos tener siempre presente que detrás de las cifras de desempleo, informalidad y precarización laboral, hay historias de vida, personas reales que viven día a día la discriminación y la inestabilidad, que luchan por conseguir un trabajo digno, que sobreviven con ingresos insuficientes. En este ejercicio de re-conectar las discusiones técnicas con las realidades reales, el arte juega un rol fundamental. Por eso, como intervención artística, la artista Alexandra Haddad, ha planteado una obra donde se evidencia la cara de las personas, de las mujeres afrodescendientes, que están detrás de las cifras de esta crisis laboral que reclama un cambio. Conoce la obra artística en este link.
Este escrito hace parte de una serie de 30 columnas reflexionando sobre 30 diferentes formas de desigualdad en Colombia que publicamos semanalmente los lunes. Las columnas fueron escritas a partir de un proceso de diálogo entre 150 jóvenes académicos, artistas, activistas, víctimas y demás personas de diferentes perfiles y saberes. Este proyecto se llama Re-imaginemos, y es una carta abierta invitándonos a hablar, cuestionar y reimaginar las desigualdades.
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Coautores: Carlos Viáfara, candidato a PhD en sociología, docente e investigador del mercado laboral en minorías étnicas-raciales, Ana Cristina Bermúdez, profesora valle caucana y lideresa sindical y de organizaciones de mujeres; Esteban González, sicólogo y filósofo experto en recursos humanos; Maria Fernanda Arévalo, profesora y funcionaria del gobierno local de Nariño que trabaja con minorías; Alexandra Haddad, artista y curadora cordobesa interesada en problemáticas sociales.
Editora: @Allison_Benson_
[1] Datos Gran Encuesta Integrada de Hogares 2019.
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