Y de pronto un día, eso que nos incomodaba en nuestras vidas empezó a hacer parte de la rutina. Se fue instalando tan profundo que terminamos conviviendo pasivamente con ella: con la desigualdad. Hemos metido en la bolsa de la normalidad las desigualdades, y junto con ellas, las injusticias y violaciones a los derechos humanos que éstas generan. Normalizando las desigualdades buscamos blindarnos y mantenernos en una zona de confort. Pero las desigualdades se han salido ya de la bolsa. Por esto decidimos recuperar la palabra y la reflexión, para entender cómo las desigualdades han marcado nuestras vidas; pues un primer paso para construir caminos de equidad es reflexionar sobre cómo se viven las desigualdades, cómo se sienten en el cuerpo, cómo afectan nuestra capacidad de soñar.
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