Cambio climático y desigualdad
El día mundial del clima es una oportunidad para recordar que solucionar la crisis climática es el mayor reto que tenemos hoy como humanidad. El cambio climático impacta a todos los rincones del planeta, poniendo en riesgo la habitabilidad de territorios y alterando economías enteras; Colombia no será la excepción. Según el Índice de Riesgo Climático Global[1], fuimos uno de los 50 países más afectados por el cambio climático en la última década. Esto lo vemos con la intensificación de fenómenos meteorológicos como el Niño y la Niña o con el paso devastador del huracán Iota en 2020.
El hecho de compartir una biosfera indica que todos seremos afectados, pero en los detalles de este impacto se esconden unas profundas desigualdades. Los países más ricos (industrializados) son los que más han contribuido al cambio climático a través de la emisión de gases de efecto invernadero, pero los que se verán más afectados en mayor medida, los países con menos recursos. Estos no solo han contribuido poco en emisiones (por ejemplo, Colombia ha emitido el 0,46% del total global)[2], sino que también son los que menos recursos tienen para adaptarse al cambio climático. Estas desigualdades a escala global se replican dentro del país también, como lo evidencia el caso de Providencia, donde la escasez de recursos y la debilidad de la respuesta estatal dejan miles de hogares afectados sin soluciones dos años después del huracán.
¿Qué entendemos por cambio climático?
Desde una mirada técnica, el cambio climático es el desbalance acelerado que la actividad humana desata sobre los sistemas que soportan la vida en el planeta, como consecuencia del aumento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera. Sin embargo, para entender y dialogar sobre este fenómeno, es importante escuchar las interpretaciones y vivencias desde las voces de las personas y los territorios. Luisa Canencia comparte que en Providencia el cambio climático se ve en cambios como que: “la tierra se puso dura, los peces se fueron, vino el huracán”. Por su parte, Evelin Acosta de la Guajira, nos comparte cómo los Wayuu; quienes tienen una relación de cuidado mutuo con la Madre Tierra, ven cómo esta relación está cambiando: “ese cuidar ha cambiado, ya no tenemos plantas medicinales para ayudarnos porque la madre tierra está enfermando […] además, nos toca a las mujeres luchar por conseguir el agua día a día, antes un pozo subterráneo quedaba a 2 horas, ahora a un día de camino”. El cambio climático no solo está afectando el acceso de su comunidad a recursos ecológicos, también afecta sus prácticas culturales y espirituales. Como ellos, cada vez seremos más quienes nos veremos obligadas a modificar nuestra actividad económica, reemplazar nuestra dieta, e incluso abandonar nuestros territorios y tradiciones.
Los dos ejes del cambio climático: Desigualdades en adaptación y mitigación
La acción frente al cambio climático se suele categorizar en dos ejes: La mitigación, que hace referencia a las acciones que se llevan a cabo para reducir la concentración de gases efecto invernadero en la atmósfera, y la adaptación, que hace referencia al conjunto de medidas que se adoptan para hacer frente a los cambios del clima y sus consecuencias, con el fin de moderar y evitar los daños.
Existen desigualdades tanto en las acciones efectivas de mitigación que toman los países, como en las posibilidades de adaptación que tienen. Como ya lo mencionamos, los países más ricos han sido los mayores emisores de gases efecto invernadero; por tanto, son quienes más medidas de mitigación deberían tomar. Sin embargo, el compromiso de países como EE.UU. (mayor emisor histórico) frente a la reducción de sus emisiones ha sido cuestionable. Los países más ricos son también quienes tienen mayores recursos para adaptarse al cambio climático. En el otro extremo, hay personas, comunidades y naciones enteras, con limitadas capacidades de adaptación, frente a un problema que ellos no generaron. Providencia y La Guajira son ejemplos de estos casos: regiones desprovistas de los recursos, información y medios para adaptación, en las cuáles el cambio climático profundiza las desigualdades de oportunidades e ingresos que sus comunidades ya enfrentaban. Como lo señala Luisa, las personas en Providencia quedaron sumidas en la vulnerabilidad y la incertidumbre, “nada más ayer hubo un viento que nos asustó, se llevó el plástico de mi techo, y a una gente se le volaron las carpitas (…) estamos aterrados porque las cosas se van empeorando”.
El caso de Providencia es un ejemplo puntual de cómo el cambio climático agudiza las desigualdades sociales y económicas. Esto lo vemos de manera más general al analizar los mapas de vulnerabilidad de Colombia[3]. Estos mapas, que analizan la sensibilidad de los departamentos frente a cambios en el clima y su capacidad adaptativa, evidencian que los departamentos con mayores índices de vulnerabilidad son precisamente los mismos que tienen mayores índices de pobreza. Como concluye Adriana Fajardo: “el impacto del cambio climático depende de otras desigualdades de desarrollo que tienen los departamentos, incluyendo su capacidad administrativa y sus recursos”.
Soluciones desiguales: oportunidades y amenazas de la transición energética
Diariamente se emite el equivalente a 152 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2 – principal gas de efecto invernadero), siendo el uso de combustibles fósiles la principal fuente de emisiones[4]. Ante esta realidad, la transición energética hacia fuentes limpias (energías renovables o de bajo carbono) es una de las principales estrategias globales para afrontar el cambio climático. En este contexto, y en línea con la Política Nacional de Cambio Climático formulada en 2014, Colombia ve con ambición la posibilidad de desarrollar proyectos eólicos y solares en La Guajira[5], región con los mejores recursos renovables del país.
A pesar del potencial ambiental y socioeconómico que pueden tener megaproyectos de energías limpias, al interior del pueblo Wayuu existen visiones encontradas con respecto al impacto que estos pueden traer a la comunidad. Algunas personas resaltan las oportunidades de generación de empleo y de desarrollo económico que pueden traer estos proyectos, mientras que otros ven estos beneficios con escepticismo. Dicho escepticismo se deriva, entre otros, de las experiencias que ha tenido el departamento con megaproyectos energéticos como El Cerrejón- la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo- que lleva décadas operando en La Guajira. Este proyecto ha generado un incalculable detrimento ambiental en la región mientras que los avances del departamento en materia social y económica han sido en el mejor de los casos, modestos, como se evidencia al mirar cualquier cifra de desarrollo en el departamento.
Sobre los proyectos de energías renovables, Nicolás Beltrán plantea que “la transición energética es un imperativo global, clave para la resiliencia del suministro a nivel nacional, y una herramienta de desarrollo a nivel local. Además, los megaproyectos de energías renovables no convencionales (excluye hidroeléctrica) son diferentes a sus pares fósiles, en cuanto a que no son extractivos y no afectan tan dramáticamente a los ecosistemas … pero no pueden dejar por fuera a las comunidades en cuyo territorio se desarrollan estos proyectos, o poner los intereses de los inversionistas por encima de los locales, sin un mecanismo adecuado de conciliación […] si la estrategia del gobierno nacional no garantiza que esas oportunidades comerciales se traduzcan en oportunidades para las comunidades y regiones, la transición energética va a perpetuar las desigualdades que las viejas energías poco hicieron por reducir”.
Participación y diversidad: re-imaginar las soluciones
Reducir las desigualdades que está trayendo consigo el cambio climático requiere identificar y visibilizar los efectos significativos que este traerá. Esta sensibilización debe ir acompañada de la apertura de espacios reales de participación para que más personas puedan hacer parte de actividades de prevención y adaptación y también, para que haya una participación real en los procesos de toma de decisiones sobre proyectos que generen impactos ambientales o contribuyan (o mitiguen) el cambio climático. Organizaciones comunitarias como Fuerza Mujeres Wayuu, están ya avanzando en estos procesos, generando información, promoviendo espacios de comunicación local y nacional, visibilizando las problemáticas y apoyando la formación de modelos de mitigación y adaptación más inclusivos.
Este tipo de participación es necesaria si queremos diseñar e implementar soluciones al cambio climático que sean menos inequitativas y que sean más coherentes con las realidades y saberes locales. Como lo resalta Sylvia Gómez: “las soluciones, si están pensando las particularidades de las comunidades, deben ser situadas y deben ser respetuosas de esas visiones y esas maneras de vivir y de relacionarse con la naturaleza. En las visiones que tienen en el centro la vida, y entablan relaciones más equilibradas con el entorno, puede que encontremos soluciones”.
La madre tierra nos invita a re-imaginar nuestra relación con ella. Como un primer llamado a re-imaginar estas soluciones, Sylvia realizó unas ilustraciones de testimonios sobre desigualdad y cambio climático que ponen en el centro el cuerpo de la mujer, y resaltan su rol de luchadoras, y visibilizadoras de las desigualdades climáticas que ya nos afectan en Colombia. Conócelas acá.
Este escrito hace parte de una serie de 30 columnas reflexionando sobre 30 diferentes formas de desigualdad en Colombia que publicamos semanalmente los lunes. Las columnas fueron escritas a partir de un proceso de diálogo entre 150 jóvenes académicos, artistas, activistas, víctimas y demás personas de diferentes perfiles y saberes. Este proyecto se llama Re-imaginemos, y es una carta abierta invitándonos a hablar, cuestionar y reimaginar las desigualdades.
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Coautores: Adriana Fajardo, economista y Magíster en Desarrollo Sostenible del Cauca; Nicolás Beltrán, ingeniero, Magíster en Energía Sostenible y emprendedor; Evelin Acosta, lideresa miembro de la organización Fuerza Mujeres Wayuu de la Guajira; Luisa Canencia, madre y trabajadora afectada por los efectos del cambio climático en Providencia; y Sylvia Gómez G., editora, artista y agitadora cultural del Quindío.
Editora: @Allison_Benson_
[2] Colombia aporta el 0,46% del total de emisiones globales (Ideam, PNUD, et al, 2016).
[3] IDEAM y PNUD (2017). Tercera comunicación nacional de cambio climático ante la CMNUCC. Mapa de vulnerabilidad al cambio climático TCNCC. http://www.ideam.gov.co/documents/10182/512757/Indice+de+Vulnerabilidad+al+Cambio+Climatico+TCNCC+2017.pdf/bd558363-20e9-43e3-818c-9c3f1b7a5b67?version=1.0
[4] Climate Reality Project. (2020). Truth in 10. Archivo de video. Recuperado de https://www.climaterealityproject.org/truth
[5] UPME (2015). Plan energético Nacional Colombia: Ideario energético 2050.
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