¿Cómo hablar sobre desigualdades desde un territorio tan bioculturalmente diverso como Amazonía? En Amazonía el hecho de “no ser igual a…” tiene muchos sentidos. Por un lado, es lo que integra el tejido de la vida; tal y como lo dicen los sabios indígenas “en la diversidad está la vida”. Precisamente, a lo largo de milenios, los pueblos indígenas han cultivado y mantenido una relación equilibrada y fecunda entre lo que es “desigual” entre sí, dando forma a la selva y a la biodiversidad. Pero, por otro lado, el “no ser igual a …” nos lleva a pensar en las desigualdades, y con ellas, en las injusticias y retos que afectan todos los aspectos de la vida en Amazonía, en una trama que abarca lo local y lo global.
Las desigualdades que se construyen sobre este departamento vienen de múltiples causas que se entrelazan y retroalimentan. Una primera tiene que ver con cómo se ha construido la idea de nación en Colombia: “una idea de nación que va de la cordillera para arriba… y en la que el resto del país se ve como una zona de selvas, ríos, guerrilla y narcotráfico”, como lo señala el artista Jeisson Castillo. De la mano con esta idea de lo remoto y lo peligroso, está la visión de la Amazonía como un territorio improductivo o si no, como un “banco de recursos” para ser explotados y extraídos por actores externos.
Efectivamente, el extractivismo ha sido la manera en la cual el mundo de afuera se ha relacionado con la Amazonía. Así lo vemos en las múltiples bonanzas que han hecho de Amazonía un territorio de conquista: la quina, el caucho, la madera, las pieles, el oro, la coca, el petróleo, los minerales. “Yo siento una amenaza cuando las personas siguen viendo este territorio como un territorio deshabitado; como un sitio al que uno viene con la maleta vacía, para llevársela llena” comenta Anitalia Pijachi, lideresa indígena y defensora de los derechos humanos y del territorio. Este ciclo de bonanzas incluye hoy los proyectos de desarrollo, el turismo y los bonos de carbono. Como lo señala Giovanna Micarelli, antropóloga e investigadora de la Universidad Javeriana, no podemos entender estos ciclos de extractivismos de manera desligada de las dinámicas globales. Por eso, “para afrontar las desigualdades en la Amazonía, debemos comprender sus particularidades, pero también sus vínculos con los procesos del capitalismo global”.
La centralización que caracteriza a Colombia es otras de las causas de las desigualdades en el sur del país. Una centralización geográfica centrada no solo en la Colombia andina, sino también, en los núcleos urbanos de cada región. Por ejemplo, dentro del Amazonas, la política y las acciones se centran muchas veces en Leticia, dejando a un lado otros núcleos poblados como La Chorrera, La Pedrera o Araracuara, zonas donde además se concentran los estragos de la deforestación, la minería y la violencia.
El centralismo es también burocrático, con requisitos, con frecuencia en línea, que no se ajustan a la realidad de las organizaciones o la falta de conexión. Y hay también un centralismo cognitivo, como lo señala Giovanna, con conceptos y soluciones que caen desde arriba y que excluyen los saberes, las aspiraciones y las formas de vida y de colectividad que caracterizan a los territorios de la Amazonía. Un ejemplo de este centralismo cognitivo lo vemos cuando pensamos en la “pobreza” únicamente como la falta de recursos económicos. Esta visión desconoce lo que la gente en Amazonia sí tiene, saberes, relaciones sociales, reciprocidad, un territorio, rituales, visiones de bienestar y de futuro, de ahí que termina generando más pobrezas.
A todas estas causas de las desigualdades en Amazonia podemos seguir sumando muchas más: corrupción, narcotráfico, deforestación, desinversión. Pero no podemos olvidar que hay también grandes oportunidades de aprendizaje, mutuo. Por eso los llamados de líderes y lideresas indígenas como Anitalia, que reclaman que a los indígenas “se nos lleve a reuniones e instancias, no para que escuchemos, sino para que nos escuchen también a nosotros, y para que aprendan de nosotros. Nosotros tenemos mucho por enseñar”.
¿Qué significa equidad? ¿Cómo se relaciona el bienestar?
Importantes estudios sobre la desigualdad, por ejemplo los de Wilkinson y Pickett, muestran cómo la desigualdad afecta negativamente todos los ámbitos de la existencia, desde la salud física y mental hasta los niveles de violencia o la confianza mutua, no sólo para los pobres, sino también para los ricos. Los sabedores indígenas esto lo tienen muy claro. Ellos nos recuerdan que no hay bienestar individual sin bienestar colectivo, incluyendo el bienestar del territorio. Sanar el cuerpo es sanar el territorio. Sanar el territorio es sanar el cuerpo. Enseñanzas como estas nos recuerdan que el desarrollo y la construcción de equidad en Colombia requieren de un diálogo real, horizontal. Un diálogo que reconozca que las soluciones deben venir desde adentro y desde abajo.
Y para eso, es necesario que haya una real descentralización y un mayor autogobierno en la región, pasando por cosas tan concretas como la demarcación de territorios indígenas. Los territorios indígenas no son solo una necesidad de autogobierno, sino también una estrategia efectiva de protección de la selva y de la biodiversidad. Como lo resalta un estudio de FAO-FILAC, casi la mitad de los bosques intactos de la cuenca amazónica se encuentran en territorios indígenas donde las tasas de deforestación son significativamente más bajas que en territorios no indígenas, incluyendo las zonas protegidas por el sistema de Parques Nacionales Naturales.
Las preguntas sobre la conservación del Amazonas nos llevan a preguntas relacionadas que tienen que ver con ¿cómo conciliar la conservación con la generación de oportunidades económicas justas y sostenibles? Para ello, lo primero que se necesita es inversión en proyectos productivos compatibles con el contexto, que fortalezcan los mercados locales y las cadenas cortas de valor. Por ejemplo, es clave pensar en alternativas lícitas de uso de la hoja de coca, una planta que no podemos olvidar que es sagrada, y que tiene enormes propiedades nutritivas y curativas.
Nada de esto se podrá hacer si no frenamos el éxodo de jóvenes indígenas hacía las ciudades o hacia las economías ilegales (tala ilegal de árboles, minería ilegal, narcotráfico), empujados por falta de oportunidades. Tampoco lograremos esto si no revaloramos y repotenciamos espacios de educación propia como la chagra y los mambeaderos. Espacios de transmisión cotidiana de la cultura que se han debilitado con la llegada de la escuela occidental.
En este reconectar con el territorio, el arte tiene también un rol fundamental. Como lo comenta Jeisson, “Los artistas nos estamos volcando a ser puentes entre mundos, a trabajar junto con las comunidades ya no viendo el arte como un fin, sino como una herramienta para apoyar procesos comunitarios y la recuperación de saberes”. Como muestra de ello, Jeisson nos comparte su obra “Manejos Culturales para la Pervivencia y el Sostén de la Amazonia. Una Selva Sitiada por la Avaricia y el Poder”. Conócela aquí.
Este artículo hace parte de una serie de 32 columnas que exploran la desigualdad en los 32 departamentos de Colombia. Los escritos son el resultado de un proceso de diálogo entre académicos, artistas y activistas de cada rincón de nuestro país. Para conocer más sobre las publicaciones semanales del proyecto Diálogos Territoriales sobre Desigualdad y sobre nuestro centro de investigación comunitaria, síguenos en IG @reimaginemos.colombia o X @reimaginemos.
Coautores: Giovanna Micarelli, Doctora en Antropología e Investigadora Universidad Javeriana; Anitalia Pijachi. Lideresa indígena, defensora de los derechos humanos y el territorio; Jeisson Castillo; artista interesado en cosmologías indígenas y campesinas
Editora: @Allison_Benson_. Investigadora y Directora de Reimaginemos
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